jueves, 6 de julio de 2017

La otra cara de la QH


Por segundo año consecutivo me puse en contacto con Chain Reaction para unirne al grupo de mecánicos que realizan las labores de asistencia mecánica en una de las marchas cicloturistas mas importantes de nuestro país por no decir la más importante, La Quebrantahuesos.
En un principio mi primera opción fue participar como cicloturista ya que el año pasado fui  como mecánico y despertó en mí un gran interés, pero debido a una lesión decidí no participar, conservar y volver el año que viene con más posibilidades de terminarla sufriendo lo menos posible.

La semana de la marcha ya notas que algo especial va a suceder: los ciclistas traen las bicis al taller para ponerlas a punto, intercambian contigo sensaciones, piden consejos, nervios, ajustes de ultimo hora, nutrición…
Antes de salir para Sabiñánigo repaso mi lista de herramientas y material, no me gustaría echar nada de menos una vez esté en mi punto kilométrico, ya que es una marcha de carretera, ¡pero en ocasiones parece la guerra! Son diez mil corredores y las averías pueden ser de todo tipo.
Conforme vas llegando empiezas a revivir mentamente todas las viviencias del año anterior, Cuando llegas a Sabiñánigo todo te resulta familiar, no sé si es porque he pensado mil veces entrenado qué tiempo vería en el marcador en el momento de entrar en la meta o porque el ambiente es tan bueno, que me siento como en casa.
Antes de empezar a montar el taller en la carpa de Chain Reaction tenemos un pequeño briefing con el Jefe de mecánicos para coordinar, explicar en planning, repartir material y asignar vehículos a los 14 equipos, compuestos por mecánico y ayudante.


Montamos el taller móvil, este año el nivel de mecánica era muy bueno. Montamos 4 puestos de trabajo y nos fuimos turnando hasta la hora de cenar. Hubo mucho trabajo, a pesar de que en teoría la gente tiene que venir con la bicicleta chequeada,  ya que llevas mucho tiempo preparando la marcha con sacrificio e ilusión y por no seguir un mantenimiento te puedes ver en mitad de la carrera, sentado debajo de un árbol y esperando 4 horas al coche escoba por alguna avería. Entre turno y turno, siempre hay tiempo de intercambiar impresiones con los demás compañeros y cómo no, dar una vuelta por la zona expo, ver novedades, saludar a proveedores, amigos, ver algún exciclista… en fin, empaparte de ciclismo.


Día de la marcha. Seis de la mañana. Al igual que la mayoría de los ciclistas he dormido poco y mal , no sé si por los nervios, la emoción o porque dormir en una habitación con más de 50 personas es raro que nadie ronque.
A las nueve de de la mañana monto mi puesto mecánico; este año espero a los participantes a 4 km de la cima del Marie Blanque. El calor es horrible para ser tan temprano, esta edición ha sido una de las más calurosas según me contaron los más veteranos.
Sobre las diez de la mañana pasa la cabeza de carrera, entre ellos Olano, un gran privilegio ver en acción a toda una leyenda. Cuesta creer que es una marcha cicloturista porque iban apretando; les sacaron más de 15 minutos al grupo perseguidor y después del grupo perseguidor aparece un pelotón gigantesco a un muy buen ritmo.
Ahí fue cuando se acabó mi momento de espectador de lujo, empiezan a llegar los primeros ciclistas con problemas, me pongo los guantes y al lío. Durante tres horas no paré de trabajar, muchísimas averías mecánicas, patillas dobladas, cadenas, platos sueltos, pichazos, cubiertas rajadas, etc. ¡La verdad que me hicieron sudar! En general la gente estaba muy agradecida por la ayuda, y contentos de poder seguir con su objetivo. Perdí la cuenta de las bicicletas que pasaron por mis manos, estaba muy concentrado en el trabajo. Solo levanté la cabeza para mirar a mis amigos que me saludaron al pasar por mi puesto mecánico.


Una vez pasada la guerra, llega el coche coche escoba y recibo el mensaje del Jefe de mecánicos diciéndome que debo ir siguiendo la carrera hasta llegar a meta y ayudar a los ciclistas que necesiten asistencia mecánica en carrera. La verdad es que lo estaba deseando, es como si fueras en un coche de asistencia de un equipo ciclista. Todos sabemos que es una marcha cicloturista pero tanto los que trabajamos en la marcha como los participantes lo vivimos como si fuera una etapa de una gran vuelta.
Conforme avanzamos, vamos ayudando a todo ciclista que necesita ayuda. Hubo muchas más averías que el año pasado, y también me empecé a preocupar porque la gran mayoría pedía agua, vi a un ciclista que estaba siendo atendido porque había perdido el conocimiento, probablemente por las altas temperaturas y también muchas caídas pasando Hozde Jaca (ojalá todos estén recuperados), una zona con una bajada muy técnica en la que se cogen altas velocidades y donde la gente lleva ya muchos kilómetros en el cuerpo.

Llegamos a Sabiñánigo, el pueblo se vuelca con los participantes, toda la recta antes de llegar a la última curva de entrada a meta esta repleta de gente animando. Debe ser emocionante pasar por ahí con tu bici y saber que lo has conseguido, lo es pasar con el coche y saber que has puesto tu granito de arena para hacer que el sueño de alguna gente se cumpla.
Aparcamos el coche y nos unimos a la celebración, ya hemos hecho nuestro trabajo  y nos podemos relajar,  hablamos con los compañeros, nos preguntamos qué tal. Lo  típico, nos vamos a comer la paella con todos los participantes en ambiente festivo y agradable. Cuando estoy en la carpa, con todos los compañeros me aíslo mentalmente y me dedico a observar a los ciclistas. Están contentos, van con sus medallas, están comentando cómo les ha ido la carrera… y claro, te acuerdas de las mañanas de invierno que te levantabas para salir a entrenar con frío, o cuando tus compañeros de trabajo se echaban la siesta y tú aprovechabas a medio día para salir en bici. En fin, todo el esfuerzo que se había hecho con el objetivo de poder acabar la QH y que por culpa de una lesión este año no ha podido ser.


En ese momento las caras de esos ciclistas me empezaron a resultar familiares: estaba viendo ciclistas que habían tenido problemas durante la marcha y ahora estaban con sus amigos y familiares riendo, comentando cómo les había ido la marcha y con sus medallas.  

Sí que es verdad que yo no tengo mi propia historia de la QH como ciclista, pero estoy contento de saber que voy a aparecer en muchas historias de aquellos ciclistas a los que ayudé a continuar cuando pensaban que ya se había acabado la QH para ellos.


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Crónica de Antonio Cámara

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